Hay una marca de motores que terminó impulsando las motos de medio planeta en silencio. Y no era japonesa, solo que nunca lo supiste

De un pequeño taller en Dresde a convertirse en proveedor crucial para algunos de los fabricantes más influyentes del mundo

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John Fernández

La historia de Rotax es la historia de cómo un pequeño taller europeo acabó impulsando medio mundo sin hacer ruido. Agua, tierra o aire: da igual. Desde Gunskirchen, en el corazón de Austria, han salido motores para motos, karts, avionetas, quads, motos de nieve y hasta scooters con techo.

Y, sin embargo, su gran salto llegó cuando menos se esperaba: cuando Can-Am pidió auténticos motores para moto a principios de los años ‘70.

De un eje libre para bicicletas a alimentar las aventuras de medio planeta

A partir de ahí, Rotax dejó de ser "el fabricante de pequeños motores Sachs" para convertirse en la columna vertebral mecánica de Aprilia, BMW, Buell, KTM o MuZ. Cientos de miles de motores, todos con el mismo patrón: robustos, ingeniosos y, sobre todo, fiables.

El quiebro que lo cambió todo. A finales de los ‘60, Bombardier tenía a sus distribuidores llenos de motos de nieve, pero nada que vender cuando llegaba el verano. Can-Am fue la respuesta. Rotax, el aliado inesperado. Y las motos canadianas, el billete directo hacia un mercado que todavía estaba redefiniéndose.

Las Can-Am con motores Rotax no solo entraron en el motocross estadounidense: lo reventaron. Un 250 de la casa ganó el AMA en plena década de 1970. La receta: dos tiempos con aceite fresco en vez de mezcla, válvula rotativa, culatas que parecían salidas de un laboratorio y soluciones adelantadas a su tiempo.

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Aquel éxito coincidió con un cambio global. La moto dejaba de ser un vehículo barato para convertirse en ocio, deporte y pasión. Los japoneses lideraban esa transformación, pero unos austríacos decidieron plantarles cara con un concepto: motores eficaces, sencillos, rápidos.

Una historia que empezó muy lejos de Austria. Rotax nació en 1920, en Dresde, con un invento para bicis. Sobrevivió a una guerra, a un traslado forzoso a Austria en 1943 y a décadas fabricando motores bajo licencia. Hasta que en los ‘70 apareció Can-Am… Y todo cambió.

Bombardier compró Lohner-Rotax en 1970. El motor de dos tiempos era la referencia, pero no tardó en llegar el siguiente reto: los cuatro tiempos. SWM, Harley-Davidson y KTM fueron los primeros clientes. Luego llegarían los títulos mundiales, como el logrado en trial en 1981 con un pequeño Rotax de 280 cc.

Aprilia, BMW y la época dorada. Aprilia fue quien exprimió a Rotax hasta límites insospechados. Más de 91.000 motores Rotax 123 para las míticas RS 125 —entre 15 y 30 CV en sus versiones de calle y carreras— convirtieron aquel bloque casi cuadrado de 54,0 x 54,5 mm en un icono europeo.

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Pero lo mejor estaba por llegar. El motor Rotax 655 de cinco válvulas dio vida a la Pegaso. Luego BMW pidió su versión del 654 para la primera F 650 "Funduro". Aquello inauguró una relación histórica.

BMW produjo 237.232 monocilíndricas F 650 y F 650 GS con motores Rotax. Luego llegó el bicilíndrico Tipo 804, el corazón de las F 800 S, ST y GS. Más de 300.000 unidades ensambladas en Berlín entre 2006 y 2019. Un motor paralelo con biela de equilibrado móvil —una rareza técnica— y un sonido que imitaba deliberadamente al bóxer. Incluso Husqvarna recurrió a Rotax: la Nuda 900 montaba un 804 modificado que sonaba a V-twin más que a motor paralelo.

El círculo se cierra. Rotax ha vuelto a colaborar con Can-Am en las motos… Pero esta vez eléctricas. Es un guiño al pasado, pero también una declaración de futuro: su trabajo ya no se limita a combustión, sino a soluciones mecánicas para cualquier entorno de movilidad.

Imágenes | Rotax UK, Iconic, BMW

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