La fiebre por las camper ha llegado hasta las motos deportivas. La ciencia dice que es el camino más rápido para quedarse sin moto

La fiebre camper lo está contaminando todo, incluso donde menos sentido tiene

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John Fernández

Hay modas que tienen cierto límite. O deberían tenerlo. Pero el frikismo por convertir cualquier cosa en un hogar sobre ruedas ha mutado hasta un punto extraño: ahora también llega a las motos deportivas.

Sí, las mismas motos que fueron diseñadas para frenar tarde, tumbar hasta la estribera y hacerte sentir que la vida empieza a 10.000 vueltas. Pues ahora hay quien decide engancharles un remolque o plantarles directamente una casa encima. Y lo peor es que funciona mejor de lo que debería… O peor, según se mire.

Cuando el espíritu aventurero se cruza con el absurdo y sale algo imposible de justificar

Lo último viene de dos conocidos vloggers americanos, Zack Courts y Ari Henning, que se han propuesto cruzar media Norteamérica en moto… Pero en moto-campers. No hablamos de trail touring, ni de maxitrails con maletas gordísimas. No. Uno se va con una Suzuki GSX-R1000 arrastrando un remolque-cama. El otro se planta una cabaña de madera encima de una Honda Gold Wing del '89. Literalmente una cabaña.

El vídeo, titulado algo así como 'Motorcycle Motorhomes', viene a demostrar que la lógica murió hace tiempo en algunos rincones del motociclismo. Pero también que la obsesión camper está empujando a la gente a intentar cosas tan absurdas que acaban siendo brillantes.

Zack tiró por la vía sensata (si es que podemos llamarla sensata): reutilizar una GSX-R 1000 del 2006, instalarle un enganche soldado a una jaula y enchufarle un remolque Kwik Kamp de los '90 con cama de matrimonio y espacio para estar de pie. En total, unos 2.500 dólares de presupuesto. Una mezcla rara que funciona.

Al otro lado... Ari, fiel a su espíritu de "si se puede complicar, mejor", compró una Honda Gold Wing de hace casi 40 años y le atornilló una casa de madera hecha con restos de un concesionario y tablones reciclados. Ventanas, aislamiento, luz interior, puerto USB, techo tipo granero y un módulo extensible para poder dormir con los brazos estirados. Un auténtico Wing-ebago, así lo bautizaron. No es broma.

Claro, luego pasa lo que pasa. El invento pesa más de 1.100 kilos y se comporta como un barco con marejada cuando sopla el viento. De hecho, el Wing-ebago volcó tres veces durante el viaje. Y no una metáfora: de verdad se cayó. En pleno desierto. Con todo el peso de la caseta y Ari dentro.

La GSX-R no lo tuvo mucho mejor: remolcar medio salón sin que el neumático trasero tenga carga es básicamente pedir que el freno se bloquee cada vez que toques la maneta. Aun así, sorprendentemente, sobrevivió. Incluso permitía algo de diversión: con tan poca carga en la rueda trasera, la moto derrapaba antes de hacer un caballito. Absurdo, pero gracioso.

Al final, los dos consiguieron cruzar parte del suroeste americano, dormir sobre sus inventos y posar orgullosos junto a un cartel gigante de la Ruta 66. La experiencia fue una mezcla entre show, experimento social y recordatorio de que hay ideas que deberían quedarse en un garaje… pero que, cuando alguien las lleva al extremo, tienen un encanto raro. Un encanto muy, muy friki.

Imágenes | YouTube

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