En la eterna guerra por encontrar más agarre sin sacrificar velocidad, BMW ha registrado una patente que podría cambiarlo todo: un sistema de aerodinámica activa que utiliza aire impulsado por un ventilador para modificar el comportamiento de la moto en marcha. Sí, un ventilador. Pero no uno cualquiera.
En lugar de depender exclusivamente del viento generado por la velocidad (como hacen los alerones clásicos de MotoGP o las aletas fijas de las superbikes actuales, por ejemplo), BMW plantea un sistema que empuja aire a través de toberas orientables repartidas por la moto. La idea es tan ambiciosa como intrigante: modificar la carga aerodinámica y el agarre en tiempo real sin necesidad de ir a 300 km/h.
Podría llegar a una moto de producción próximamente
El corazón del sistema es un ventilador interno que canaliza aire a alta presión por una red de conductos. Las válvulas pueden redirigir ese flujo de varias formas: hacia atrás para mejorar la aceleración, hacia delante para apoyar la frenada, hacia arriba para generar más 'downforce', o incluso hacia los laterales para aumentar la presión sobre el neumático en plena curva. Es como un control de tracción... pero basado en aerodinámica dinámica. Una ida de olla absoluta.
Aunque suene a locura, no es la primera vez que se ve algo parecido. En los años '70, Gordon Murray diseñó el mítico Brabham BT46B de Fórmula 1, con un gran ventilador trasero que succionaba aire de los bajos del coche para crear efecto suelo. Ganó su primera carrera con Niki Lauda al volante, pero se retiró voluntariamente por miedo a una escalada tecnológica. El Chaparral 2J ya había probado antes un sistema similar con ventiladores auxiliares de dos tiempos. Y décadas después, el propio Murray lo rescató para su superdeportivo T.50.

Lo que BMW propone es algo más compacto y aparentemente adaptable a motos de producción. De hecho, Bosch ya tanteó un sistema similar en 2018, pero con cartuchos de gas a presión como los de los airbags. Se activaban automáticamente cuando detectaban pérdida de tracción, disparando chorros de aire para estabilizar la moto. Era tan espectacular como inviable por su coste y complejidad, y nunca pasó de ser un concepto.
El enfoque de BMW parece más realista, aunque está por ver si llegará a producción o se quedará en un ejercicio de ingeniería futurista. Por ahora, la patente deja claro que en Múnich están dispuestos a repensar el control del agarre desde una perspectiva completamente nueva: no tanto con electrónica o neumáticos, sino empujando aire como si la moto fuese un dron supersónico.
Imágenes | Bosch, BMW
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