Llevo días dándole vueltas a una reflexión que leí en Canarias en Moto, donde apuntaban algo tan evidente como triste: los chavales han cambiado los ciclomotores y las motos por los móviles.. Y los patinetes eléctricos.
Y cuanto más lo miro y estudio, más razón veo en esa idea. La moto ya no es ese objeto de deseo que fue para generaciones enteras. Difícil meterle rueda a un rival así.
Por qué la juventud ha cambiado la moto por el móvil
Durante décadas, aquel primer ciclomotor o motillo era un rito de paso. En los '80, en los '90 e incluso ya entrados los 2000, una moto pequeña significaba independencia, madurez, libertad. Era la evolución natural de pasar la infancia pedaleando por calles que funcionaban como plazas, como puntos de encuentro reales.
Hoy, ese sueño se ha evaporado. Y no por culpa de la moto, sino porque la aspiración juvenil ha cambiado de dirección. La independencia ya no se mide en kilómetros, sino en conexión. Las relaciones, la identidad y la vida social de la Generación Z y de la Alfa se construyen en TikTok, Instagram, X o YouTube. No necesitan moverse para verse: pueden estar juntos sin estar presentes. Ahí es donde gana el smartphone. La moto, simplemente, deja de ser imprescindible.
A esto se suma la economía del pago por uso. Para un chaval de 16 o 18 años, desembolsar 3.000 euros por una 125 c.c. es casi ciencia ficción. No encaja con su forma de consumir. Están acostumbrados a pagar por lo que usan y cuando lo usan: música, series, videojuegos… y también movilidad. El motosharing o el patinete eléctrico responden mejor a ese modelo mental. ¿Poseer una moto? Les resulta menos atractivo que invertir en un móvil que utilizan decenas de veces al día y que, además, es su ventana al mundo.
También hay un cambio de entorno. Las calles han dejado de ser territorio libre. Ya no funcionan como el patio de recreo en el que muchos aprendimos a movernos, a explorar, a equivocarnos. Las nuevas generaciones han crecido en espacios digitales seguros, controlados y accesibles. Si la bicicleta no fue su primera experiencia de libertad, ¿cómo va a ser la moto la continuación natural?
Y luego está el lenguaje. Un síntoma más del cambio de época. Donde antes se decía "salir de ruta", "rodar" o "meterle rueda", hoy dominan términos como simp, ghosting, spill the tea, slay o salty. Palabras que nacen y mueren en horas dentro de TikTok. Como recuerda Emily Lawrenson, gerente de comunicación de Qustodio, "el lenguaje de los jóvenes siempre ha existido, pero hoy nace y se expande en Internet a una velocidad que los padres rara vez pueden seguir". Entender estas palabras no es solo una cuestión lingüística: es ver en qué entorno viven realmente los menores. Y ese entorno no es físico, es digital.
La moto compite contra algo que no se puede adelantar en una curva: un ecosistema de hiperconectividad que ofrece ocio, identidad, pertenencia y relaciones sin salir de casa. No es que ya no gusten las motos; es que han perdido su papel simbólico. La libertad de esta generación está en la palma de la mano. En el mejor de los casos, ahora el paso natural ya no es la 49 c.c., es el patinete eléctrico.
Larga vida a la moto. Esperemos que todavía queden chavales a los que transmitir este vicio tan bonito por las dos ruedas.
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