Nuevo no siempre es mejor, pero viejo tampoco es sinónimo de éxito

Nuevo no siempre es mejor, pero viejo tampoco es sinónimo de éxito
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Hoy vamos a seguir con otra historia en la línea de la del otro día. Y siguiendo esa línea no vamos a hablar de grandes gestas ni nada parecido, sino del día a día de la gente que va en moto. Gente enamorada de la moto y que puede incluso llegar a des-enamorarse al tropezar con no con una moto mala sino una mala compra, os voy a contar la experiencia de alguien muy cercano con una de esas malas compras.

Volvemos a la misma época del otro día, justo cuando atábamos los perros con longaniza y según los politicuchos que nos gobiernan vivíamos por encima de nuestras posibilidades. En aquel momento esta persona cercana volvía al mundo de la moto tras unos pocos años a pie. Tras comprar una pequeña Trail de 200cc se decidió a dar el salto y se compró otra Trail de gran cilindrada que ofrecía a la venta un conocido. Aquella Trail de gran cilindrada no era de última generación ni nada parecido, pero cumplía perfectamente con su cometido como moto para uso diario que permitía viajes de largo recorrido.

Su motor prestaba 50 CV y gracias a un enorme depósito de gasolina era capaz de rodar muchos kilómetros sin parar a repostar. Y eso que los consumos eran dignos de superdeportivo, pero habiendo dinero en la cuenta esto pasa a segundo plano. Con el paso de los meses aquella moto rozó la perfección, con unos cuantos ajustes mecánicos llegó a los 100.000 km a pesar de que su nuevo propietario la exprimía como una deportiva siendo una moto mucho más tranquila. Pero tras aquellos meses se cruzó otra moto mucho más moderna, con las últimas tecnologías que acabó echando a un lado a la primera.

Aquella nueva moto consumía menos, utilizaba tecnología más moderna y prometía lo mismo que la primera y veterana. Pero en poco tiempo (muy poco) dejó ver su carácter. Los Gremlins electrónicos (y algunos mecánicos) vivían en ella. El cambio de moto evidentemente fue a peor, porque de ir con una moto clásica, con sus ventajas e inconvenientes, se pasó a no ir en ninguna moto, porque la nueva vivió más tiempo en el taller del concesionario oficial que en el garaje de su propietario.

¿Qué llevó a aquel cambio? Seguramente los brillos de la tecnología y los guiños de un diseño más moderno contaron a su favor. Igual que contó a su favor que la nueva moto no era más potente ni más rápida, era básicamente lo mismo pero con tecnología más moderna. Y aquella tecnología fue la que clavó todos y cada uno de los clavos de la tapa del ataúd que la llevó a ser una mala compra.

La suerte es que en aquel momento de vacas gordas la moto se pudo vender rápidamente perdiendo sólo un tercio de su valor en el concesionario. Explicándole al nuevo propietario su historial y ofreciéndole la garantía que daba el taller oficial. Con el dinero de la venta de aquella mala compra lo próximo fue una nueva moto clásica, que tampoco duró mucho en el garaje de esta persona, pero esto ya es otra historia. Lo que si que quedó en el garaje fue la experiencia de que una moto nueva (y desconocida) no tiene por qué ser mucho mejor que una moto vieja (pero conocida).

Aunque la reflexión correcta quizá no sea esa, sino que la tecnología está bien cuando está convenientemente probada y la respalda un servicio técnico adecuado. Cuando fallan ambos términos de esa ecuación se abren las puertas del infierno y nadie sabe cómo puede acabar. Porque este conocido incluso llegó a ser tirado con malos modos del concesionario de la marca, y el importador le ignoró en sus sucesivas y repetidas quejas. Asunto delicado este del servicio post-venta que también ha arruinado los sueños de muchos.

En Motorpasión Moto | Historias moteras Foto original | Flickr

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