Ser novato no es ningún pecado, pero en la carretera se nota rápido quién acaba de empezar y quién lleva años puliendo manías, reflejos y pequeños rituales que mantienen vivo al colectivo. Un vistazo y decimos "ah, pues este sabe", o "no, no sabe montar en moto" (y quizá lleve años haciéndolo; casos me he encontrado a patadas).
No hablamos de velocidad ni de ego, sino de ese lenguaje silencioso que distingue al motero que controla del que aún está descubriendo cómo se mueve este mundo. Son detalles. Pero, como casi siempre en moto, los detalles lo son todo.
Por qué la experiencia en moto no se mide en cilindrada, sino en actitud
La primera regla es entender (y demostrar) que la comunicación no va solo por intermitentes. Los moteros que saben usan gestos claros, breves y universales para avisar de peligros, cortes, policía o simple cortesía. Un toque al casco, dos dedos hacia abajo, un gesto de ralentizar. No es postureo ni tradición romántica: es información que puede evitar sustos. El novato suele ignorarlos o teme soltar la mano del manillar; el veterano sabe que esos segundos valen oro. Es el diccionario motero de los gestos.
La segunda regla es el espacio. En circulación, en semáforos y al aparcar. El motero con experiencia nunca se pega de más ni invade el hueco de otro. Mantiene distancia para escapar en caso de imprevisto y aparca dejando margen para que cualquiera pueda maniobrar sin riesgo de tumbar media fila. El novato tiende a colocarse donde cabe, sin pensar en lo que puede pasar después.
La tercera: conocer las normas sociales del grupo. Unirse a una ruta improvisada sin avisar es como sentarse en la mesa de desconocidos porque te gustó la conversación. Los que saben entienden que una salida planificada tiene posiciones, ritmos y comunicación propios. Meterse en medio sin entender ese orden descoloca a todos y añade peligro donde no lo había.
La cuarta regla es sencilla pero sigue rompiéndose todos los días: no tocar una moto ajena sin permiso. Esto vale oro. Ni subirse, ni moverla, ni probar cómo queda el manillar. Las motos pesan, se desequilibran y al mínimo despiste se van al suelo. Un veterano sabe que tocar la moto de otro es traspasar una línea personal; un novato, muchas veces, no.
Y la quinta, la más importante: la actitud. Un motero que sabe no fuerza huecos, no circula con prisas, no juega a encajar la moto donde no cabe. Lee el tráfico, anticipa, entiende el ritmo de cada zona y frena antes de que la situación lo obligue. El novato tiende a ir un paso por detrás de lo que ocurre; el experto, medio paso por delante.
No son reglas escritas en ningún manual; más bien son de esas 'leyes no escritas' pero hablan más de la experiencia real que cualquier curso. Al final, ser un buen motero no va de años, cilindrada o kilómetros: va de cómo te comportas cuando compartes asfalto con los demás. Esa es la diferencia que de verdad se nota.
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