Hace 70 años Ducati lanzó un scooter para plantar cara a Vespa y Lambretta. Pero solo para ricos, y acabó siendo un gran fracaso

El único scooter que Ducati fabricó en toda su historia fue un ejercicio de elegancia, tecnología y exceso; n vehículo adelantado a su tiempo

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John Fernández

Scooter y Ducati como que no pegan mucho. Pero cuando la Vespa y la Lambretta ya habían conquistado media Italia, en Borgo Panigale pensaron que podían hacer algo mejor. No más barato ni más popular, sino más refinado.

En 1952, Ducati presentó en el Salón del Automóvil de Milán el Cruiser 175: un scooter con arranque eléctrico, transmisión automática y líneas firmadas por el carrocero Ghia de Turín. Era, en esencia, un scooter para caballeros. Y también, como reconocería años después el propio Cosimo Calcagnile, "un fiasco técnico y comercial".

El scooter de Ducati fue víctima de su propia ambición

Quizá lo que les hizo fracasar a lo grande fue la concepción. La idea no era crear un medio para mover al país, como hizo Piaggio tras la guerra, sino un objeto de prestigio (una posición muy ‘ducatista’). Ducati, que por entonces fabricaba desde la motorizada Cucciolo hasta cámaras fotográficas y calculadoras, quiso aplicar su sello de sofisticación a un mercado dominado por la sencillez. Y lo hizo con un scooter que costaba casi el doble que una Vespa: unas 320.000 liras de 1952, una auténtica fortuna.

El Cruiser impresionó al público por su aspecto; realmente era precioso. Un cuerpo ancho y sólido, con un frontal que recordaba a una estufa de hierro pulido, un asiento doble y un cuadro de instrumentos de aspecto aeronáutico. El detalle era lo suyo: una rejilla de refrigeración frontal, rueda de repuesto escondida en el lateral, palancas de desmontaje rápido y hasta un caballete central pensado con precisión casi quirúrgica.

Técnicamente, el proyecto era ambicioso. Motor monocilíndrico de 175 cc, cuatro tiempos, 8 CV a 6.000 vueltas, distribución en cabeza y arranque eléctrico complementado con pedal. La transmisión automática funcionaba mediante un convertidor hidráulico de dos etapas, con engranaje progresivo y cambio a directa por encima de los 40 km/h. Todo ello sobre un chasis con suspensiones autoamortiguadoras y frenos de tambor con aletas, buscando una conducción suave y sin vibraciones.

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El problema es que el convertidor se tragaba la mitad de la potencia. La moto pesaba 150 kilos, se arrastraba cuesta arriba y en ciudad parecía torpe frente a las ligeras Vespa y Lambretta. Su consumo era alto, su respuesta lenta y su mantenimiento complejo. Ducati intentó corregirlo con la versión de 175 cc, pero ni así logró que el Cruiser resultara competitivo.

"El objetivo era dominar en todos los frentes: tecnología, estética, fiabilidad y exclusividad", escribió Calcagnile décadas después. "Pero apenas cumplimos una parte de ellos". Y tenía razón. En 1954, apenas dos años después del lanzamiento, Ducati decidió detener la producción. Se habían ensamblado poco más de 2.000 unidades, muchas de las cuales se vendieron con dificultad en los meses siguientes.

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Hoy, el Cruiser 175 sobrevive como una rareza de museo, un testimonio de la época en que Ducati quiso ser aristocrática en un país que solo pedía moverse. Un scooter para señores en un mundo que pedía herramientas.

El intento más elegante (y más breve) de la marca italiana por conquistar la ciudad. Está claro que en los scooters no les funcionó la estrategia, pero, ay amigo con las motos grandes… Para prueba, lo que son hoy en día: una marca premium grande. Grandísima. Y elegantísima también.

Imágenes | Ducati

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