Olvídate de Vespa. Antes de que Italia conquistara Europa a golpe de scooter, hubo una marca que, directamente, la pisó: Motobécane. Y su criatura, la Mobylette, fue el ciclomotor que movió a toda una generación.
Nació en 1949 con una misión que suena a plan quinquenal: "Reactivar el país". Y lo hizo. Francia salió a la calle sobre dos ruedas y un motorcito de 50 cc que parecía poca cosa, pero terminó convirtiéndose en el mayor éxito europeo de su especie.
Cuando Motobécane dejó atrás a Vespa a base de 14 millones de unidades
Mientras la Vespa construía su imagen de cine, la Mobylette hacía el trabajo duro. Era ligera, barata, indestructible. Una bici motorizada que cualquiera podía arrancar y que, en pocas semanas, empezó a inundar las calles francesas. El primer modelo, la AV3, no tenía embrague y apenas pasaba de 30 km/h, pero funcionaba siempre, incluso cuando no debía. Ese fue el truco: sencillez absoluta.
El éxito fue tan brutal que Motobécane no tardó en meterse en una espiral de mejoras. En 1952 llegaron las AV31 y AV33, con detalles que hoy parecen menores pero entonces cambiaban la vida: un depósito un poco más grande, horquilla telescópica, un motor más suave. Y en 1955 rompieron la baraja con el Mobymatic. Una polea de diámetro variable, embrague automático y tres marchas sin que el piloto hiciera nada. Era tecnología adelantada para un ciclomotor, aplicada con una lógica casi soviética: hacer más fácil lo que ya era fácil.
Luego llegó 1956 con el chasis tubular rígido, el adiós al cuadro de bici y el embrague centrífugo Dimoby, que permitía arrancar sin tocar los pedales. La Mobylette empezaba a parecer una moto de verdad, pero sin perder su esencia de herramienta para todos.
Los años ‘60 fueron el reinado absoluto. Francia entera tenía una, y Motobécane multiplicaba versiones para cada tipo de usuario. Motores "1010", "1400", "1700", colores nuevos, neumáticos más serios y un diseño que evolucionaba sin perder la silueta clásica. En paralelo, Piaggio lanzó el Ciao en 1967. Pero la comparación duele: frente a los 3 millones de Ciao fabricados, la Mobylette terminaría acumulando 14 millones de unidades. Ahí es cuando empiezas a entender qué marca pisó realmente a quién.
A mediados de los ‘70, Motobécane intentó subir de categoría. Encendido electrónico, modelos 89 y 98 con hasta 4 CV y caja de 5 marchas, incluso coqueteos con la moda mini como el Mobyx de 1972. Nada funcionó. El público quería su ciclomotor sencillo, no inventos. Así que volvieron a lo que sabían hacer: Mobylettes para todos.
Pero los ‘80 fueron despiadados. Japón apretaba, las normativas cambiaban y Motobécane se quedó sin aire. La compañía entró en crisis y acabó renaciendo bajo otro nombre: MBK, ya en manos de Yamaha. Aquello salvó la fábrica, pero no al mito. Y mientras Francia cambiaba de siglo y de costumbres, la Mobylette se fue apagando sin hacer ruido, después de haber movido al país entero durante casi cuatro décadas.
La cifra final impresiona incluso hoy: 14 millones de Mobylettes fabricadas. Ningún ciclomotor europeo ha vuelto a igualar eso. Y por eso, cuando alguien dice que la Vespa fue quien definió la movilidad popular en Europa, conviene recordar que, en las carreteras secundarias francesas, la historia fue distinta. Allí, quien mandaba era la Mob.
Imágenes | Motobécane, YouTube
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