Ducati Supersport, el concepto según Luca Bar

Yo fui el feliz poseedor de una Ducati 750SS i.e. del 2001, gialla bonita como pocas, a la que le monté unos rotundos termignoni ovalados de carbono pegaditos al colín que emitían un bramido embaucador... cada pistonada era como una burbuja de pasión italiana que me hacía enamorarme más de ella.

La postura era deportiva, pero relajada, con los pies no muy elevados y los semimanillares en una postura bastante aceptable. Sólo reprocharía el largo depósito típico de las ducati, que con mi escaso 170 me hacía tumbarme más de la cuenta.

No era tosca si no la hacías ir casi a 1000rpm en ciudad, no era rabiosamente potente, pero su elástico y lleno motor rendía más que de sobra, el embrague hidráulico en baño de aceite era un pelín duro, pero de funcionamiento exquisito pese a lo que muchos moteros de salón decían.

Me deshice de esta moto excelente sólo para dedicarme a los circuitos, porque aborrecí la carretera, y la hubiera aborrecido antes de no ser por mi bella montura, que aún hoy su equipamiento haría enrojecer a alguna japonesa con pretensiones.

Sólo una cosa más, de las motos que he llevado es la que más cabezas ha hecho girar a su paso, y eso es algo que sólo lo da el carisma de una marca como Ducati y no cientos de inútiles caballos de potencia.