A finales de los años ‘60, Japón salía de una posguerra feroz y Kawasaki aún no era sinónimo de velocidad. Pero en 1969, la marca decidió que quería construir la moto más rápida del planeta.
Así nació la Kawasaki 500SS Mach III: una bestia de dos tiempos, tres cilindros y una ambición sin precedentes. Y fijaos si ha pasado tiempo que desde entonces casi nadie le ha quitado a los japoneses el récord de la moto más rápida del mundo. Si acaso, Honda y Yamaha, que se metieron en la pelea. Pero el hito se queda en Japón.
Luego llegaría la guerra japonesa de los 300 km/h
La Mach III fue una moto súper especial para los de Akashi; el punto de partida de una filosofía que definiría a Kawasaki durante décadas. Hasta ese momento, la firma era casi un desconocido en Europa y Estados Unidos.
Sus bicilíndricas A1 y A7 de 250 y 350 cc eran apreciadas por su fiabilidad, pero no despertaban pasiones; eran muy sosas, y poco rápidas. La W1 de cuatro tiempos, basada en la tecnología de Meguro, había fracasado en el extranjero. Así que la compañía decidió romper con todo lo anterior y apostar por la velocidad pura.
El desarrollo comenzó en 1967, en una época en la que la idea de que una moto japonesa superase los 200 km/h parecía una locura. Pero Kawasaki no solo lo consiguió: la Mach III alcanzaba los 208 km/h en pruebas internas en Yatabe, y entregaba unos asombrosos 60 CV con solo 498 cc. Eso eran 120 caballos por litro, cifras que en 1969 sonaban a ciencia ficción.
El secreto estaba en su motor de tres cilindros en línea y dos tiempos, una solución tan agresiva como ligera. Con apenas 174 kilos, la Mach III aceleraba como una bala y costaba casi un tercio menos que una Honda CB750 Four, su gran rival. Si la Honda ofrecía refinamiento y equilibrio, la Kawasaki ofrecía pura adrenalina. En Estados Unidos la apodaron “Widowmaker”, la viuda negra, por su brutal entrega de potencia y su dirección nerviosa. Era peligrosa, sí, pero también adictiva.
A partir de 1972 la familia creció con las Mach 250, 350 y 750, esta última conocida como Mach IV. La 750SS se concibió para mantener el trono frente a la Honda CB750, y lo consiguió durante un tiempo: 74 CV, más de 200 km/h y un diseño que anticipaba el carácter musculoso que años después tendría la Z1. Kawasaki estaba ya instalada en la carrera por ser “la más rápida del mundo”, un título que marcaría toda su historia.
Porque de aquellas Mach surgieron las líneas que más tarde darían vida a las GPZ900R, ZZR1100, ZX-12R y hasta la actual Ninja H2, heredera directa de esa obsesión por la velocidad absoluta. La Mach III fue mucho más que una moto rápida: fue el nacimiento de una identidad. La de una marca que no buscaba ser la más vendida, sino la más salvaje.
Y desde entonces, Kawasaki no ha dejado de mirar hacia un mismo objetivo: ser, una vez más, la más rápida del mundo. Si acaso, sin salir de Japón. Desde entonces, esa historia se convirtió en una auténtica guerra abierta entre las marcas japonesas. Kawasaki, Honda y Suzuki desataron en los años ‘90 la carrera por romper la barrera de los 300 km/h, una batalla que dio lugar a iconos como la ZZ-R1100, la CBR1100XX Super Blackbird o la legendaria Hayabusa. La escalada fue tal que, en el año 2000, las tres casas firmaron un “pacto de caballeros” para limitar electrónicamente sus motos a 299 km/h.
Imágenes | Kawasaki
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