Vale que Moto Guzzi no es una marca que esté vendiendo tanto como Ducati o Aprilia, pero sigue siendo una marca de culto. En los años ‘70, Moto Guzzi resurgió de sus cenizas con una moto nacida en unas circunstancias que casi rozaban la clandestinidad.
Era la V7 Sport y su historia está llena de giros: diseñada por Lino Tonti en el sótano de su casa, devolvió el espíritu deportivo a Mandello del Lario y marcó una era con su chasis rojo y sus 19 récords mundiales de velocidad. 19; casi nada.
Rivalizó a Kawasaki
Fue el renacimiento de una marca que había perdido a su fundador y su rumbo. Tras años fuera de la competición y bajo la gestión de SEIMM, Moto Guzzi necesitaba algo más que una buena idea: necesitaba un golpe de orgullo. Y ese golpe llegó de la mano de Tonti, que junto a su inseparable colaborador Alcide Biotti decidió bajar literalmente al sótano para construir desde cero el chasis de una nueva moto deportiva.
El resultado fue una obra de ingeniería artesanal: un chasis doble cuna rediseñado para alojar el motor bicilíndrico en V de Giulio Cesare Carcano, pero con proporciones, rigidez y geometrías propias de una moto de carreras. Aquella estructura, soldada pieza a pieza en la penumbra de un taller improvisado, daría forma a la V7 Sport, una moto que se ganaría el apodo de Dachshund (teckel) por su agilidad y su perfil alargado y bajo. Evidentemente, porque se parecía al perro.
Del sótano… A la pista. Antes de salir a la calle, el prototipo fue llevado a la pista. En 1969, con Umberto Todero al mando, la moto estableció 19 récords mundiales de velocidad en su categoría. El mensaje era claro: Moto Guzzi estaba de vuelta. Los objetivos iniciales eran ambiciosos (750 cc, más de 200 km/h y menos de 200 kg), y el resultado final no se quedó lejos: 748,4 cc, 72 CV SAE y 208 km/h reales. En plena era de las Honda Four y las Kawasaki Mach IV, eso era una declaración de intenciones.
En 1971 llegó la preserie con 150 unidades de chasis pintado en rojo, símbolo del orgullo artesanal de Tonti. Cada una fue enviada a concesionarios para probar, enseñar y soñar. Ese mismo año, la versión definitiva se presentó en Milán y desató una fiebre entre los aficionados. No importaba su precio (lo que eran unos 4.000 euros), querías una V7 Sport porque era algo más que una moto. Era una historia viva de resistencia y talento italiano.
Su motor de 90 grados, los carburadores Dell’Orto, los amortiguadores Koni y las llantas Borrani componían una sinfonía mecánica que combinaba elegancia, precisión y carácter. Pero el verdadero secreto seguía siendo ese chasis de sótano, que marcaría la pauta para las Guzzi durante décadas, y casi que hasta hoy.
La V7 Sport sacada de aquel sótano penumbroso no solo devolvió a Moto Guzzi al mapa: la elevó al olimpo de las deportivas clásicas. Y todo empezó en un sótano, con dos hombres, un motor vacío y una idea: que la velocidad podía volver a tener alma.
Imágenes | Motorbox, Raresportsbike
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