Dejar las motos en su caja original y venderlas muchos años después es la última moda. Esta Yamaha ha triplicado su precio así

Las motos clásicas sin estrenar, como esta Yamaha XT 500 subastada por 84.000 euros, se han convertido en el nuevo fetiche del coleccionismo

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John Fernández

El fenómeno de las motos en su caja original está alcanzando cifras impensables. La última locura: una Yamaha XT 500 de 1986 sin estrenar que ha multiplicado por tres su precio estimado en una subasta de RM Sotheby’s celebrada en Múnich.

La moto, completamente nueva y aún en su embalaje original, se adjudicó por 84.000 euros frente a los 25.000 que se esperaban como máximo. 

Se ha vendido por casi 90.000 euros

La vieja Yamaha nunca llegó a ser montada ni matriculada, y su caja de transporte original se conserva intacta (y sin oxidaciones, lo que es sumamente importante), con estructura de madera reforzada en aluminio y paneles acrílicos que permiten ver el interior como si fuera una vitrina. Dentro esperan el manillar, los intermitentes, los frenos y hasta el guardabarros delantero, todo sin estrenar.

Esta Yamaha XT 500 de 1986 es mucho más que una simple enduro clásica: es una cápsula del tiempo. Su motor monocilíndrico de 499 cc, refrigerado por aire, entregaba poco más de 30 CV, pero su fiabilidad la convirtió en un icono. Yamaha fabricó este modelo desde 1976 hasta 1989, y fue con él con el que ganó las dos primeras ediciones del París-Dakar, en 1979 y 1980.

En las últimas décadas, las motos encapsuladas "en caja" se han convertido en un objeto de culto. Las Ducati 996 SPS, Honda RC30 o Kawasaki Z1 que aparecen sin montar alcanzan cifras similares. Son piezas que mezclan nostalgia y especulación, porque el valor ya no está en lo que corren, sino en lo que representan: una época en la que las motos eran pura mecánica y metal.

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El mercado del coleccionismo está empujando fuerte esta fiebre. Una XT 500 restaurada puede costar entre 10.000 y 20.000 euros, pero un ejemplar sin estrenar, como este, puede multiplicar por cuatro esa cifra. No es casualidad: cada vez hay más inversores que compran motos clásicas como si fueran arte.

Y mientras tanto, lo más paradójico es que estas máquinas nacieron para devorar desiertos y hoy valen una fortuna precisamente por no haber rodado ni un solo metro.

Imágenes | RMSothebys

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