Ser motero y ser motorista no es lo mismo. Lo dice hasta la RAE, y la gran diferencia radica en la pasión por las motos

Ser motero y ser motorista no es lo mismo. Lo dice hasta la RAE, y la gran diferencia radica en la pasión por las motos
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En el mundo de la moto habitualmente se distingue al 'motero' del 'motorista', que no son lo mismo, pero hay quienes lo usan indiscriminadamente. Hasta la Fundéu lo dice: "Motorista no implica ser motero".

La diferencia no es solo semántica. Es de actitud, de implicación, de cómo se vive la moto. El motorista puede ser cualquiera que conduzca una moto: el repartidor que esquiva el tráfico, el que va al trabajo en su scooter o quien hace una ruta de domingo sin más pretensiones. La moto le sirve, le lleva, le soluciona. Pero no le marca. Hay una diferencia sustancial con el motero.

Que no te engañen: no es lo mismo ser motero que motorista

El motero, en cambio, no se baja de la moto al apagar el motor. Se la pone en la espalda como si fuera una extensión de sí mismo. Se identifica con ella. La cuida, la modifica, la sueña. Y cuando no rueda, habla de motos. Mira motos. Vive motos. No usa la moto: la siente. Eso es ser motero.

A ver, los de las cilindradas... No es una cuestión de cilindrada ni de marcas. Un motero puede montar una 125 cc con más orgullo que otro una maxitrail nueva. No va de postureo, va de compromiso. De cultura. El motero tiene rituales: concentraciones, rutas largas, saludos con dos dedos en V. Y cuando ve a otro como él, lo reconoce al instante, aunque no lo conozca de nada. ¿Hermandad? Hermandad.

Pero hay algo más. Ser motero no es una estética ni una moda. No basta con ponerse una chaqueta de cuero y las botas y salir un sábado al sol. El motero rueda en invierno, bajo la lluvia, incluso cuando no apetece. Porque su vínculo no depende del tiempo ni del calendario. No necesita una excusa para arrancar la moto. Lo hace porque sí. Porque le sale de dentro.

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El motorista, por el contrario, mantiene cierta distancia emocional. Puede que le gusten las motos, claro. Incluso que las disfrute. Pero no vive pendiente de ellas. No pasa la tarde leyendo sobre preparaciones, ni se cruza medio país para estar en una concentración con desconocidos que sienten lo mismo. No siente la necesidad de explicar por qué prefiere el viento en la cara antes que el aire acondicionado del coche.

La Fundéu, siempre prudente y objetiva, lo resume con claridad: motero, "persona apasionada de la moto"; motorista, "persona que va montada en una moto, sin que tenga que ser aficionada". Ahí está la clave: en la pasión.

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Y es importante tenerlo en cuenta también en los medios. No todo el que muere sobre una moto era un motero. No todo el que se pone un casco lo hace por amor a las dos ruedas. Ser motero es una elección personal, íntima, incluso emocional. Y merece ser nombrada con propiedad.

No es una cuestión de clasismo motero ni de dividir al mundo. Es, simplemente, llamar a las cosas por su nombre. Porque motero y motorista no son lo mismo. Uno se mueve sobre la moto. El otro vive para moverse con ella. Y esa diferencia, aunque parezca pequeña, lo cambia todo. Es un mundo. Nuestro mundo.

Imágenes | Box Repsol, Honda, Motorpasión

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