Adiós al piloto de la vieja escuela (I): los tiempos han cambiado y, por el camino, nos dejamos el espíritu de competición

Adiós al piloto de la vieja escuela (I): los tiempos han cambiado y, por el camino, nos dejamos el espíritu de competición
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Hace una semanas nos enterábamos de cómo el proyecto de Anthony West se caía de la lista de inscritos en MotoGP al carecer de un patrocinador personal que pusiera encima de la mesa el dinero necesario para correr, poco después, se anunciaba que Mattia Passini le sustituiría en el Speed Master. Se sumaba casi al mismo tiempo el anuncio en Twitter, casi desesperado, de un tipo como Sergio Gadea que no era capaz de encontrar un hueco para seguir corriendo este año. Pero sigamos, porque el proyecto de Karlos Arguiñano dejaba fuera a un piloto como Kenny Noyes, quien parecía hasta hace poco tenerlo todo hecho para encarar su tercera temporada en la categoría. Una auténtica decepción para alguien que ha demostrado talento y aptitudes suficientes como para estar en la parrilla de las 600cc. Valga, por ejemplo, la pole position conseguida en el Gran Premio de Francia el año de su debut.

¿Qué está pasando? O mejor dicho, ¿qué se está permitiendo que pase? Desde hace ya un tiempo Dorna, como otros tantos, nos han vendido la imagen de estar buscando abaratar los costes de la competición y ganar así ganar en participantes. No voy a negar que lo están poniendo en práctica, que hay buena voluntad por su parte, que Moto2 ha sido un auténtico acierto por mucho que echemos de menos el dos tiempos. Sin embargo, las entrañas del mundial están llevando una dirección muy distinta a la que la organización ha querido tomar, al menos de cara al público. Nos encontramos en una situación en la que sólo vale ser el favorito para correr bajo unas condiciones de trabajo dignas, donde ya no tienes un sueldo como profesional del sector sino que tienes que poner dinero de tu bolsillo para que dejen jugarte el cuello por el mundo. Viendo este panorama, me pregunto; ¿es esto competición?.

Troy Bayliss

Dejad que lo dude. Para mí la competición está ligada con el espíritu de superación personal, al trabajo diario tanto individual como en equipo, a la búsqueda del límite, del máximo rendimiento, y a la gloria. Desde luego podemos encontrar algunos de estos aspectos en el motociclismo actual, pero nos estamos dejando el más importante por el camino. El máximo rendimiendo, esa “performance” de la que fábricas enteras han querido hacer gala. Para llegar a ese punto se deben encontrar en un mismo lugar una infinidad de elementos distintos. Y en ese trabajo es fundamental el trabajo que realiza el piloto contratado por el equipo. Ocurre hoy en día que estos proyectos no buscan al mejor piloto, sino que buscan el pan que trae bajo el brazo, o mejor dicho, la multinacional que le acompaña o la bebida de refrescos que le patrocina. ¿Qué sentido tiene, pues, competir si no es para ganar?

Y ojo, por que ganar no es sólo cruzar en primera posición una carrera o ganar un campeonato mundial. Ganar es mejorar, ganar es lograr los objetivos casi inalcanzables que te planteabas a principio de temporada porque eras consciente de los medios de los que disponías, ganar es cansarte cada vez menos en cada carrera y ver la recompensa del trabajo bien hecho. Pero ni si quiera éstas parecen ser las metas de los equipos de mitad de tabla. Visto lo visto, la intención es simplemente pintar una moto, lo más barata posible, con los colores de X compañía y pasearla por los circuitos del calendario. Si además de esa aventura que es participar en un campeonato de nivel podemos sacar un beneficio económico, bienvenido sea. Hemos llegado a un punto en el que el piloto es poco más que un esclavo sin derechos que tiene que hacer lo que le digan, callar y obedecer, ¿o ya nadie se acuerda de cuando intentaron cambiar el estilo de Toni Elías? Por Dios, que estás hablando con un tipo que ha ganado un mano a mano con el mismísimo Valentino Rossi.

Y no nos enteramos; las historias de los que se quedan en casa no salen en televisión ni les hacen reportajes. Quedan olvidados y son sólo recordados por ciertos aficionados que guardan un buen recuerdo de él. Sí, ahora vamos a tener unas parrilla envidiables… llenas de pilotos que no hacen de esto su profesión ni su vida, sino su hobby, el pasatiempo en el que dejarse el dinero. El resultado, como dice esa “canción popular”, nos da igual.

Queremos competición, queremos a los mejores, a los más aptos, no a los más ricos ni a los hijos de. Y subrayo antes de que me lo digan, que una cosa no tiene porque estar reñida con la otra. No dejemos morir nuestra pasión en favor del dinero. Que esto son carreras, no un patio de recreo.

Foto vía | BMW, Ducati Corse

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