Motos raras, ruedas triangulares y mafia: la historia de la única apuesta deportiva legal en Japón
Imagina combinar en un solo circuito una competición de MotoGP, una de NASCAR, de flat track y una carrera de caballos. Y todo sobre una moto con el manillar torcido: bienvenido a Auto Race, una de las competiciones de moto más locas del mundo y que solo existe en Japón.
De hecho Auto Race es el único deporte japonés en el que el público puede hacer apuestas... Y en el que la mafia ha tenido mucho que ver a lo largo de los años. Motos nunca antes vistas, mafia, apuestas... Suena interesante, ¿verdad?
Una academia de 8 meses, la Yakuza infiltrada y motos sin frenos
Hay que remontarse a 1950, momento en el que Japón todavía vive los coletazos del fin de la Segunda Guerra Mundial de 1945. En busca de algún tipo de entretenimiento, los japoneses decidieron poner a correr motos en un hipódromo, el Funabashi Raceway. Algo parecido a lo que hoy conocemos como flat track.
La disciplina fue cautivando a los aficionados, que iban llenando los hipódromos. Creció tanto que en 1961 tuvieron que oficializarlo mediante la creación de la Kirin Auto Race Foundation. Regularon las carreras, la obligatoriedad de usar solo motores bicilíndricos de Triumph, organizaron otras tantas por el país...
Pero rápidamente se dieron cuenta de que era un peligro correr en hipódromos. Los accidentes no hacían más que crecer, así que cambiaron tierra por asfalto. Y como querían que participasen los aficionados, hicieron de la competición algo accesible económicamente. De hecho, una de las primeras estrellas de este deporte fue el padre del piloto de MotoGP Norifumi Abe, Mitsuo Abe.
Tan pronto como se hizo famoso la mafia encontró un negocio oscuro en estas carreras: las apuestas. La Yakuza empezó a controlar todo lo relativo a las apuestas, lucrándose y apostando de una manera sucia a favor de los más frágiles y saboteando y sobornando a los más fuertes para llevarse importantes cantidades de dinero. Si los buenos pilotos no corrían o se estrellaban, ganaban más dinero a sus espaldas que lo que ganaban con la propia carrera.
Así que los aficionados se hartaron de apostar en un deporte manejado por la mafia, y dejaron de asistir. A la fundación no le quedó otra que regular y legalizar las apuestas para que la mafia no interviniese más.
La carrera en sí. Consiste en un trazado asfáltico ovalado de 500 metros al que hay que dar seis vueltas. Los circuitos tienen una forma similar a la de un hipódromo, y tienen una inclinación concreta de 2.86º (comparado con un circuito de NASCAR, que tienen usualmente 31º). Los eventos son largos, llegando a durar hasta ocho días e incluso 12 carreras por día.
Las motos son peculiares. Por normativa tienen que llevar el motor de las Suzuki AR600 de 599 cc y 60 CV con una caja de cambios de solo dos marchas y el manillar izquierdo más alto que el derecho. De esta trombótica forma favorecen el giro y la estabilidad constante en curva. Y lo más arriesgado: que no tienen freno porque de lo contrario, pues entorpecería la carrera. Y encima suenan a las mil maravillas, escucha:
Hasta los neumáticos son particularmente extraños. Tienen una forma triangular y son suministrados por Dunlop específicamente para esta competición. Al tener forma de triángulo permiten conseguir un mejor ángulo de inclinación constante.
Es por eso que en algunas ocasiones cuando meten a superbikes de 1.000 cc a competir contra estas motos modificadas, las de Auto Race trazan mucho más rápido y las superbikes son incapaces de seguirle el ritmo. Atiende porque quien pilota la GSX-R1000 es Nobuatsu Aoki, ex piloto de 500 cc y MotoGP y pierde contra las 600 cc sin frenos:
Y te preguntarás: ¿cómo frenan? Sin frenos delantero ni trasero la inercia tampoco es una opción cuando llegan a velocidades de más de 140 km/h. Así que se ponen en el pie izquierdo una especie de calzo metálico con el que hacen fricción en el suelo y detienen la moto poco a poco.
La moto tampoco tiene suspensión más allá de la horquilla delantera. Los depósitos de gasolina, por otra parte, tienen una capacidad máxima de 1.9 litros; lo justo para la carrera de entre seis y ocho vueltas.
La exigencia por la que se conoce a los japoneses no escapa de esta disciplina. Parece que cualquier aficionado podría correr en esta disciplina, pero no de buenas a primeras. Tienen que pasar un curso de pilotaje que lleva entre 8 y 9 meses y más de 900 vueltas.
En su graduación obtienen un determinado rango en función de sus resultados, que a la vez servirá para que se posicionen en la parrilla de salida de las carreras. Si te fijas, cada piloto lleva un color, que es sinónimo del rango con el que miden su habilidad en pista. Los rosas son los más rápidos y habilidosos, mientras que los que van de blanco son los menos aventajados.