John Fernández
En 1962, un joven japonés de 18 años cruzaba por primera vez las puertas de Honda, como muchos otros hicieron en los albores de la marca del ala dorada. Pero este en concreto no tenía títulos universitarios, ni formación técnica avanzada, pero sí una determinación que terminaría marcando la historia de la marca... Tanto que hoy, la moto sigue más viva que nunca.
Su nombre, que pasó a la historia: Tadao Baba. Los primeros años los pasó fabricando piezas para las CB72 y CB77, trabajos repetitivos de taller que le sirvieron para conocer las entrañas de una moto como pocos.
Fireblade, el error tipográfico más conocido de la historia de las motos
Tres años más tarde, cambió el torno por el manillar. Fue destinado a las pruebas de desarrollo y allí su talento afloró. Ganó el campeonato nacional de 125 cc y eso bastó para que Soichiro Honda lo señalara como alguien a tener en cuenta. A partir de entonces, su carrera fue en ascenso, siempre impulsada por resultados, no por títulos académicos. Meritocracia y no titulitis.
En los setenta ya estaba dirigiendo proyectos, afinando carburadores y coordinando desarrollos. El gran salto llegó cuando tomó las riendas del departamento de investigación y desarrollo, en sustitución de uno de los hombres fuertes de Honda Racing.
Era un puesto reservado, normalmente, a ingenieros de currículum impecable. Al final, los japoneses son muy estrictos con todo... Especialmente en estos temas académicos. Baba, en cambio, había llegado hasta allí a base de manos manchadas de grasa y decisiones certeras.
Su momento decisivo llegaría con un proyecto que buscaba algo nuevo en el segmento deportivo. Pensó en una 750 ligera y ágil, pero Honda ya tenía la VFR. Una mil tampoco era viable: la CBR1000F dominaba esa categoría. Su solución fue ingeniosa: un motor de 893 cc en un chasis del tamaño de una 750. Así nació la Fireblade, una moto que inauguró una cilindrada intermedia y dejó en evidencia a las deportivas de la época.
Baba era obsesivo con el peso. Quería que la moto fuese más ligera incluso que una 600, algo que provocó más de una discusión interna. Finalmente, el resultado fue un misil de 185 kilos que en 1989 dejó boquiabiertos a los pilotos de pruebas. Baba les advirtió que lo que iban a conducir no se parecía a nada visto antes… Y acertó.
Y hasta hoy. La Fireblade fue pionera en Honda en el uso de diseño asistido por ordenador y consolidó la filosofía de centralizar masas para mejorar la manejabilidad. Fue tan pionera que lo cambió todo y hasta hoy en día sigue viva. Incluso su nombre tiene historia: debía evocar la rapidez de un rayo, pero un error en la traducción desde el francés “foudre” la bautizó como Fireblade. Un "fallo" que se volvió icónico.
En los años siguientes, la moto cosechó victorias como las de Phil McCallen en la Isla de Man, mientras Baba, ya convertido en leyenda, observaba en silencio cómo su creación cambiaba para siempre el concepto de superdeportiva.
Sobra decirlo, pero por si acaso... La Honda Fireblade supuso una ruptura total con las deportivas de su época: ligera, precisa y con un motor capaz de humillar a rivales más grandes, redefinió el equilibrio entre potencia y manejabilidad. A lo largo de las décadas, se convirtió en un icono de las superbikes, evolucionando tecnológicamente sin perder su ADN de moto ágil y radical.
Hoy más que nunca sigue siendo una de las referencias del segmento, heredera directa de la visión de Tadao Baba y símbolo de cómo una idea audaz puede marcar para siempre la historia del motociclismo. Así que fijaos si un nombre tiene que ver en una marca, de cómo una sola persona es capaz de crear un icono que hoy en día sigue vivo, rodando en miles de carreteras, ganando carreras (8 Horas de Suzuka, hace una semana justo)... Y todo sin un título universitario.
Imágenes | Honda Motor
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