¿Recuerdas cuando las motos japonesas eran el techo de la locura, cuando una Honda CBR1000RR Repsol era lo más cerca que podías estar de ser Dani Pedrosa sin pasarte a la gasolina de competición? Motos espartanas pero dominantes, ayudas tecnológicas justas y la habilidad del conductor con el puño de gas como único garante de seguridad.
Pues resulta que lo que hace 20 años era una moto deportiva al uso ahora se guarda como si fuera arte sacro. Y vale lo mismo (o más) que una moto nueva. El asunto es literal; no una exageración.
La revalorización de las motos antiguas está tocando techo
Una Honda CBR1000RR Fireblade del año 2005, versión Repsol, completamente virgen, sin matrícula, sin gasolina y sin haber tocado el asfalto, va a subastarse este julio. La cuestión es el trasfondo, no el hecho de la venta en sí.
Sigue en su jaula de transporte original, tal cual salió de fábrica, y ha pasado 20 años acumulando polvo en Hong Kong como exstock de concesionario. Ahora, recién importada al Reino Unido, se presenta como una cápsula del tiempo a estrenar. Ni una gota de aceite manchado. Ni un arranque. Ni una mirada de reproche de la ITV. Está literalmente nueva; novísima.
Y no es la única: otra unidad gemela ya se vendió en febrero por nada menos que 22.000 libras (26.000 euros al cambio) en el London Motorcycle Show. Esta nueva candidata parte con un precio estimado entre 10.000 y 15.000, pero con el precedente reciente, nadie espera que se quede ahí. ¿Quién dijo burbuja? Pues la hay.
La fiebre por las superbikes de los 2000 es real. No hablamos de nostalgia de bar. Hablamos de cifras. De subastas. De motos que, hace dos décadas, costaban la mitad y se compraban para ir a cuchillo. Hoy, si están sin usar, son oro puro. Sobre todo si llevan los colores del equipo de MotoGP más mítico.
Esta SC57 Repsol es eso y más. 172 CV y con la tecnología justa para pasar el día; antes de que todo se llenara de IMUs, conectividades y controles de tracción que parecen software de Airbus. Aquí no hay modos de conducción. Solo muñeca, experiencia y cierta dosis de respeto.
La caja contiene incluso los retrovisores, la pantalla y el manual, todo sin desprecintar. Como si alguien en Honda hubiese decidido congelar el tiempo para darnos, en pleno 2025, una moto nueva... de 2005. Y lo que resulta más fascinante no es solo que existan estas unidades, sino lo que representan: una época en la que las motos se hacían para correr, no para durar 200.000 km.
¿Pagarías 20.000 euros por una moto de hace 20 años? Hay quien sí. Y no para usarla, ojo. Para tenerla. Para mirarla. Para decir "esto es lo que era una deportiva de verdad". Algunos no se han dado cuenta, pero en plena modernidad, estas motos ya son historia viva, y hay quienes están dispuestos a pagar el precio de lo que vale una nueva. Quizá muchos echamos de menos lo de antes.
Imágenes | Auctioneers Motorcycle