Ducati Hypermotard, la prueba (2/4)

Ducati Hypermotard, la prueba (2/4)
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Los reducidos y estilizados paneles laterales dejan a la vista el precioso chasis multitubular, un tipo de chasis que le ha dado fantásticos resultados a la marca de Borgo Panigale en otros estilos de motos y que viene como anillo al dedo a la Hypermotard. En la trasera, el basculante monobrazo deja ver por el lado derecho de la moto la preciosa llanta Marchessini de aleación ligera y cinco radios. Esta, junto con la de las también italianas MV Agusta son en mi opinión las llantas más bonitas de todas las que montan las motos de hoy en día, un detalle que deberían cuidar más otras marcas si quieren buscar la excelencia en sus productos.

Encima de la llanta, dos tubos de escape circulares salen por la parte trasera del asiento. La luz posterior se sitúa por tanto encima de éstos integrada en un pequeño alerón posterior que acaba de formar una trasera que enamora pronto a quien la ve.

Después de hacer un repaso visual de toda la Hypermotard, pasemos a la posición de conducción. Ésta es mucho más cómoda de lo que me esperaba, gracias en parte a un asiento bastante mullido y blando, en el que no vamos necesariamente muy encima del depósito como pasaba en la KTM 690 Supermoto que probamos hace poco. El manillar ancho y las estriberas cubiertas de goma para evitar vibraciones, forman una posición de conducción óptima, tanto si queremos ir “al ataque” como si lo que buscamos es una forma cómoda de movernos día a día.

Ducati Hypermotard

Giro la llave de contacto y en la pantalla digital el nombre Hypemotard aparece poco a poco, como si acabase de empezar una película. Pulsamos el botón de arranque y un precioso sonido comienza a invadir la calle. Es el sonido del motor bicilíndrico de 1.078 centímetros cúbicos refrigerado por aire, un motor que destaca por sus bajos y que entrega 90 caballos a 7.750 revoluciones por minuto.

Aprieto la maneta izquierda que hace que el “tac, tac, tac” del embrague en seco deje de sonar, y meto primera para recorrer los primeros metros por una carretera de circunvalación de Madrid. Lo primero que llama mi atención es la suavidad tanto de la maneta de embrague al arrancar, como del conjunto en general, nada que ver con mi Ducati 749. Salgo a la carretera y empiezo a meter marchas hacia arriba con rapidez, ya que las tres primeras marchas se hacen muy cortas por la enorme entrega de par que tenemos abajo. El motor empuja mucho desde abajo, y pronto ruedo ya a velocidades que rozan el límite de la legalidad mientras siento como el viento golpea mi pecho y mueve mi cabeza con fuerza.

Continuará...

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