Así fue la moto eléctrica que pudo sustituir al Rover lunar y que acabó en un cajón olvidado de la NASA

La historia de la humanidad siempre recordará cuando el Apolo 11 aterrizó en la luna un 20 de julio de 1969. Los astronautas Armstrong y Aldrin fueron los primeros humanos en conseguir caminar por el satélite natural terrestre.

Dos años más tarde la misión Apolo 15 de la NASA consiguió poner sobre la superficie de la luna el Lunar Roving Vehicle (LRV), un vehículo de cuatro ruedas con el que los astronautas se desplazaban para cumplir con el proyecto. Sin embargo, por poco una moto eléctrica no se convirtió en parte protagonista del momento histórico cuando casi llegó a sustituir al vehículo espacial.

La cera de abeja hubiese sido fundamental en la moto espacial

Cuando Estados Unidos y la URSS se disputaban la carrera espacial, la NASA pidió en la década de los 60 a Boeing, General Motors, Grumman y Lockheed que construyesen algún tipo de artefacto que les permitiese a los astronautas viajar por la superficie lunar a una velocidad mayor que el paso humano.

Boeing y General Motors consiguieron hacerse con el proyecto, pero con la tensión de la Guerra Fría de por medio era prioritario que los norteamericanos llegasen lo antes posible a la luna. Esto provocó que el Rover lunar fuese con retraso, lo que obligó a la NASA a pensar con urgencia en otro tipo de transporte.

Aquí es donde entra en escena la moto eléctrica que pudo haber formado parte del equipo del Apolo 15, pero que finalmente se quedó en un prototipo olvidado hasta ahora. Fue en el mismo año 69 del siglo pasado cuando empezaron las pruebas a bordo del KC-135 Vomit Comet, un avión con la capacidad de simular la gravedad cero en su interior.

Aprovechando esta tecnología, montaron la moto eléctrica en la aeronave y experimentaron con ella sobre el cielo terrestre. Por las imágenes se aprecia que el modelo era muy sencillo: un chasis básico, un minúsculo motor eléctrico y una batería ubicada en la parte central de la moto. Aunque la idea era que navegase por la superficie lunar con unas ruedas de metal cubiertas con una malla, en el avión la montaron con dos neumáticos de diferente tamaño (más grande en el eje trasero).

Según la edición de mayo de 1972 en la revista American Motorcycle Association News, la moto alcanzaría una velocidad máxima de 11 km/h y utilizaría una batería de 30 Ah que alimentaría a un motor eléctrico de 0,6 CV de potencia. En total la moto pesaría 36,2 kg.

Los ingenieros tuvieron una forma muy original de saber cuándo se sobrecalentaba el motor y la batería en el espacio: recurrieron a la cera de abeja colocada en el chasis de la moto de forma que cuando la temperatura era excesiva, la cera cambiaba de estado y se reblandecía. Éste era el truco para saber cuándo debían dar un descanso a la máquina. Cuando la cera volvía a endurecerse podían proseguir la marcha.

Como transporte práctico a la NASA le gustó esta moto eléctrica, sin embargo no acabó siendo un vehículo real por dos motivos: el Rover lunar finalmente llegó a tiempo y a los responsables del proyecto les parecía peligroso que los astronautas saliesen a explorar de forma individual con la moto. Con el Rover podrían ir acompañados por si había algún problema durante la misión.

Nada nos hubiese gustado más que ver una moto por el espacio. Sin duda su manejo hubiese sido muy diferente al que conocemos en la tierra: ¿cuánto costaría hacer girar la moto sin gravedad?¿cuánto tardaría en frenar? Sin duda, la historia hubiese sido muy diferente.

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