Hace más de 100 años BMW creó una moto tan perfecta que ha sido la más copiada de la historia, pero todavía nadie ha igualado a la original

Si hay una moto que ha sido imitada hasta el extremo, no es japonesa. Es alemana. Y se llama BMW Bóxer

John Fernández

Desde su nacimiento en 1923, el mítico motor bóxer bicilíndrico de Múnich se convirtió en el molde que medio mundo intentó replicar.

De las aproximadamente 700.000 unidades fabricadas por BMW, se calcula que existen casi 7 millones de copias repartidas por todo el planeta. Desde Bélgica hasta Pekín, pasando por Francia, Italia, Suiza, Estados Unidos y, por supuesto, la Unión Soviética. Y eso pocos se lo imaginan; no es una GS, no.

De Múnich a Irbit, de Pekín a París: el motor que el mundo no dejó de copiar

En Bélgica, por ejemplo, las fábricas FN y Gillet desarrollaron en 1938 dos sidecares militares inspirados directamente en los modelos alemanes. Incorporaban incluso tracción a la tercera rueda, una idea que los propios ingenieros de BMW acabarían aplicando después.

En la URSS, la historia fue más literal: en plena Segunda Guerra Mundial los soviéticos copiaron la BMW R71 al milímetro, naciendo así la legendaria M72. Aquel clon de 26 CV y 90 km/h de punta dio origen a toda una saga de motocicletas con sidecar, fabricadas durante décadas por Ural y Dnepr. Las Ural, de hecho, se siguen produciendo hoy, ahora con motores bóxer Euro 5 y un aura de reliquia viva.

Francia también tuvo su capítulo. Tras la guerra, las marcas CEMEC y Ratier ensamblaron motos con motores bóxer construidos con piezas de BMW. El modelo Ratier C6S llegó a escoltar al mismísimo De Gaulle, y tuvo incluso una versión para el mercado estadounidense.

En China el vicio continúa hasta en la actualidad. Tras heredar la maquinaria soviética de Ural en los años 50, la industria local empezó a fabricar clones civiles y militares. Y hoy, 70 años después, siguen apareciendo nuevas réplicas: basta mirar la moto que CBNMotor mostró en el último Salón de Pekín para entenderlo.

Italia también lo intentó, con prototipos como el ERFIM 250 o el ISO 500 de 1961, de líneas idénticas a las alemanas pero sin éxito comercial. En Suiza, las Condor y Universal reprodujeron el esquema del motor BMW pero desplazando el eje de transmisión al lado izquierdo para no vulnerar derechos de diseño.

Incluso Estados Unidos probó suerte: Harley-Davidson fabricó en 1941 la 42-XA, una bóxer de 750 cc con cardán destinada al ejército. Pero la llegada del Jeep acabó con el experimento.

Años después, el director del Archivo Histórico de BMW, Peter Zollner, aclaró el misterio: "Nunca cedimos patentes. Nunca autorizamos ningún tipo de reproducción". Simplemente, el motor bóxer original nunca fue patentado. Según él, los ingenieros de la marca estaban demasiado ocupados produciendo como para registrar sus diseños. El resultado fue una de las mayores olas de copias mecánicas de la historia.

Zollner reconocía que las mejores imitaciones fueron las soviéticas, fabricadas en Irbit durante los años 50, y las peores, las chinas. "Los productos copiados estaban destinados a mercados que no nos interesaban. Y quienes copian siempre van por detrás", resumía.

Hoy, cien años después de la primera BMW bóxer, su legado no solo se mide en cifras de producción: es el ADN más replicado del motociclismo mundial, y un símbolo de cómo un diseño bien hecho puede sobrevivir incluso a la propia historia.

Imágenes | BMW

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