Una trail nueva que quiere parecer salida de 1988
Hay motos que nacen nuevas, pero huelen a viejo en el mejor sentido. La WalzWerk X-Plorer es una de ellas: una trail actualizada pieza a pieza que, sin embargo, camina directamente hacia 1988.
Es lo que pasa cuando transformas una BMW R100GS en una especie de cápsula del tiempo Dakar, pero con técnica del siglo XXI.
Motor, chasis y suspensiones: todo es nuevo, pero huele a clásico
La idea no salió de un estudio de diseño, sino de los propios clientes. Querían algo que recordase a aquellas reinas del Sahara, pero sin las fugas de aceite, los frenos de otra época o la suspensión de muelle cansado. Querían una clásica que funcionase como una moderna. Y a Marcus Walz no le costó mucho entender por dónde iba la nostalgia.
WalzWerk (el preparador) eligió la R100GS por una razón sencilla: es la GS vieja más joven que existe. Lleva mejor motor que la R80G/S, un Paralever que permite ir más deprisa sin pelear con la trasera y una base más agradecida para afinar. A partir de ahí, todo se desmonta, todo se rehace y todo se reconstruye. Es una moto vieja solo en apariencia.
La X-Plorer se ofrece en dos sabores: Rally, más compacta y con un frontal minimalista, y Raid, la que ves en las fotos, con carenado original, depósito de 26 litros y protecciones por todas partes. Ambas nacen iguales, pero se afinan con componentes propios de WalzWerk: desde el subchasis hasta el más pequeño soporte de un interruptor.
El motor bóxer de 980 cc se desmonta como si fuera cirugía y vuelve a la vida con cilindros, pistones y culatas nuevas. También hay escape 2 en 1 cerámico y unos 70 CV finales, diez más que de serie. Cambio y transmisión final, revisados. Embrague Sachs sport, reforzado. Y el chasis, retocado y unido al subframe clásico de la casa, alargado y ensanchado para ganar comodidad real. Touratech entra después para rematar la jugada: horquilla modificada a fondo, cartucho especial, muelles progresivos, 200 mm de recorrido, y un amortiguador trasero dedicado, totalmente regulable, con 180 mm de carrera.
La rueda delantera de 21 pulgadas se queda, porque sin ella esto no sería una GS. La trasera pasa a ser más ancha, siempre con radios y tubeless. Si el cliente quiere, puede irse incluso a una 18". Y la moto se queda en 188 kilos en orden de marcha, más de un 20% menos que la original. No es una pieza de museo: es ligera, viva y lista para hacer kilómetros.
El puesto de mando es un recordatorio del Dakar. Doble faro, antiniebla PIAA montados en las barras, intermitentes LED en soportes de goma, un cockpit limpio y funcional con placa de aluminio, velocímetro Daytona con cuentavueltas integrado, llave, interruptores claros y un Quad Lock con amortiguador de vibraciones y carga inalámbrica para el móvil. Manillares firmes, manoplas Biltwell, palancas Synto, mandos WalzWerk mecanizados. Todo es nuevo, pero todo parece salido de un garaje de los '80. Así funciona la nostalgia bien hecha.
Los precios no engañan: 28.990 euros para la versión Rally y 29.990 para la Raid. Más cara que una BMW R1300GS Adventure nueva. Pero esto no es una moto de catálogo. Aquí cada tornillo, cada soldadura y cada decisión pasa por un humano. Y el resultado es que han convertido una trail moderna en la moto que querría cualquier veterano que se crio viendo París-Dakar en la tele.
Imágenes | WalzWerk
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