Así era la Montesa Fura, un innovador scooter de tres plazas catalán que fue una moto demasiado moderna para la España de 1958

A finales de la década de los años 50, en una época donde España estaba en recesión y donde las Vespas y Lambrettas eran los vehículos ciudadanos que poblaban las carreteras catalanas y de la capital sobretodo, Montesa se interesó por el sector scooter y puso a trabajar a su diseñador Leopoldo Milá en uno de los prototipos más excéntricos y extravagantes que la industria española de las dos ruedas creó jamás: La Montesa Fura.

Con la Fura, Milá, el que sería el futuro diseñador de la Montesa Impala, aportaría no solo una serie de interesantes soluciones técnicas, sino una forma alternativa de fabricación en el scooter que aprovechaba los recursos que ya se tenían y que no necesita de grandes prensas de moldes de embutición como si usaban las italianas. Igualmente no llegó a producirse jamás.

Este scooter era un ingenio basado en la practicidad

Leopoldo Milá desarrolló el prototipo de la Montesa Fura y la presentó en el Salón Internacional del Automóvil y la Moto de Ginebra de 1958. A pesar de que hoy pueda parecer fea, en su momento diversas revistas británicas como MCN y Motor Cycling dijeron de ella que era “el diseño más original ese año en Ginebra por su carrocería autoportante” y por ser “un extraordinario vehículo sin ser ni un scooter ni una motocicleta”. Igualmente el proyecto de producir la Fura se desestimó fácilmente, pero por otros motivos.

La profunda implantación en nuestra tierra de otros scooter en esos años, sobre todo de las Vespas fue la causa principal para que la abultada y bastante pesada construcción del diseñador catalán nunca llegase a ser producida por la firma.

Milá concibió la Fura como una moto íntegramente carrozada. Su propia naturaleza estaba caracterizaba sobre todo por su carrocería, que también hacia las funciones de chasis autoportante. Fabricado con una chapa de acero de 0,8 mm de grosor que se doblaba en forma de ‘U’ invertida, ahorrando así los costes que hubiesen supuesto el adquirir las prensas y matrices con las que la competencia fabricaba las ‘avispas’, la Fura aportaba una serie de innovadoras ideas adelantadas a su tiempo.

Estaba caracterizaba sobre todo por su carrocería autoportante fabricada con una chapa de acero de 0,8 mm de grosor doblada en forma de ‘U’ invertida

La Montesa Fura contaba con soluciones técnicas baratas

Con un diseño que rayaba lo funcional, la práctica solución para los asientos, que tenían un cómodo respaldo y que se fijaban sobre unos raíles o guías con unas sencillas y baratas palometas, era una de esos aciertos que presentaba y que más chocaba. Las guías permitían correr los asientos hasta la altura deseada, o incluso juntarlos más para albergar a un tercero, así como montarlos incluso al revés o fijar la rueda de repuesto.

La Montesa Fura estaba propulsada por un motor de dos tiempos monocilíndrico refrigerado por aire de 142 centímetros cúbicos y 8 cv de potencia. Tenía un cambio de tres velocidades que se accionaba desde el puño derecho

Milá aporto otro tipo de soluciones técnicas en ella, tales como un depósito de combustible hecho de plástico que tenía la capacidad para albergar 15 litros de gasolina (una gran capacidad para la época). También llevaba intermitentes y un espacio posterior (parte de la propia carrocería) de almacenamiento a modo de maletero de coche que hacía las veces de lo que hoy sería el cofre del scooter moderno. A él, se accedía cómodamente levantando el soporte de la matrícula.

La Fura llevaba un motor de dos tiempos monocilíndrico refrigerado por aire, el mismo que usaba la Montesa Brío 110, pero adaptado y subido hasta los 142 cc y que arrojaba 8 cv de potencia. Tenía un cambio de tres velocidades que se accionaba desde el puño derecho, al igual que las que hubiesen sido sus competidoras.

Su cuadro de mandos estaba compuesto por velocímetro y por los interruptores para accionar las luces, tenían un sistema de encendido con batería, suspensión anterior tipo Earles, ruedas de 12 pulgadas más grandes que las de la Vespa y frenos de tambor. Su parte frontal, con el escudo que integra una amplia sección para alojar el faro, es todo un impacto visual.

La Fura estaba ideada para un fácil mantenimiento

La practicidad del diseño de Mila iba más allá, rayando en lo funcional como decíamos antes. El motor y la transmisión oscilaban solidarios junto con el basculante, haciendo muy fácil desmontar la mecánica mediante la retirada de un único pasador que sujetaba la amortiguación trasera. Unas trampillas laterales en esa ‘U’ invertida que era su carrocería permitían un rápido acceso a los componentes fundamentales como la bujía, batería, volante magnético, tensor de embrague o a su carburador para su mantenimiento.

Del prototipo original ideado por Leopoldo Milá en 1958 sólo se conservan dos unidades, ambas están en Barcelona

Todas estas bondades y soluciones técnicas bastantes ‘avispadas’ hicieron que la Fura causase sino furor, si un gran impacto entre la prensa internacional que asistió al mencionado Salón. A pesar de esto y de la buena acogida del concepto, la Fura es otro de esos modelos que tristemente pudo ser pero nunca fue.

Del prototipo original ideado por Leopoldo Milá, se conservan dos unidades. Una está en la colección Pedro Permanyer (uno de los fundadores de la firma) en Terrassa y otra en la Fundación Can Costa de Cerdanyola del Vallès, en Barcelona.

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