La moda más idiota y peligrosa en moto ha llegado a España: conducir sin retrovisores para parecer guays. Sé a quien sé lo hemos copiado

Llevo un tiempo fijándome en algo que antes era anecdótico y ahora empieza a ser habitual. Motos circulando sin retrovisores. O peor aún: con los espejos plegados hacia dentro, apuntando al codo, al depósito o directamente a la nada. Están ahí solo para pasar la ITV o para que no te paren, pero en la práctica no sirven absolutamente para nada.

Y claro, uno se pregunta por qué. La respuesta es sencilla y bastante deprimente: estética. Queda mejor. O eso creen. La moto se ve más limpia, más agresiva, más RR. Una tontería vestida de tendencia.

Rodar sin espejos: estética importada y seguridad tirada a la basura

Esto no nace aquí. Se ha importado directamente de Estados Unidos, donde en TikTok e Instagram abundan vídeos de gente rodando sin espejos, con café racers minimalistas, streetfighters afiladas o customs limpias. Allí queda bien en cámara. Aquí queda igual de bonito… Y de igual de estúpido. La diferencia es que en la vida real no hay montaje, ni música épica, ni segunda toma cuando algo sale mal.

Parece obvio explicar para qué sirve un retrovisor, pero por si acaso; el retrovisor no es un adorno. No está ahí para cumplir con una normativa absurda ni para fastidiar la línea de la moto. Está para que veas qué pasa detrás de ti. Algo bastante relevante cuando compartes la carretera con coches, camiones, autobuses, bicis, patinetes y otros motoristas que vienen más rápido de lo que crees. Y más aún cuando llevas casco, que ya de por sí limita la visión periférica.

El argumento habitual es el de siempre: "Yo miro girando la cabeza". Perfecto. Hay que hacerlo, claro. Pero girar la cabeza no sustituye al retrovisor, lo complementa por aquello de los ángulos muertos. Porque mientras miras al lado, dejas de mirar al frente. Y porque los puntos ciegos existen, especialmente en moto, donde no hay espejo central y todo depende de dos piezas laterales bien colocadas… O de nada, si decides quitarlas.

Luego está el otro gran clásico: los retrovisores diminutos de AliExpress. Esos en los que ves, con suerte, una cuarta parte de lo que deberías. Vibran, deforman la imagen, deslumbran de noche y a 120 km/h te ofrecen una preciosa vista borrosa de tu propio antebrazo. Técnicamente son espejos. Funcionalmente, son una broma de mal gusto.

Y sí, además de absurdo, es sancionable. En España, circular sin los retrovisores obligatorios o con ellos en mal estado conlleva una multa de 200 euros. No es una interpretación creativa ni una exageración: está así recogido. Y en determinados casos, si se considera una modificación de las características del vehículo, la sanción puede ser bastante más seria. Todo para ahorrarte dos hierros y ganar unos likes.

Lo irónico es que un retrovisor homologado no es ni caro ni complicado. Hablamos de una pieza pensada para ofrecer la mayor superficie reflectante posible, con cristal antideslumbrante y un sistema de ajuste que se adapta a cada conductor. Todo lo contrario de esos espejitos de juguete que algunos montan convencidos de que saben más que ingenieros, fabricantes y legisladores juntos.

Al final, esta moda resume bastante bien una deriva preocupante: priorizar cómo se ve la moto parada sobre cómo se usa en movimiento. Convertir la conducción en una extensión del postureo digital. Copiar sin pensar lo que se ve en redes, sin contexto, sin asumir las consecuencias y sin entender que la carretera no es un plató.

Cada uno es libre de hacer lo que quiera con su moto, faltaría más. Pero hay decisiones que no afectan solo a uno mismo. Y renunciar voluntariamente a una de las pocas ayudas visuales que tienes sobre dos ruedas no es valentía, ni estilo, ni personalidad. Es simplemente conducir peor. Y, de paso, jugar a la ruleta rusa por una cuestión puramente estética.

Imágenes | Honda, YouTube

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