En mitad de la cumbre con Donald Trump, el presidente ruso sorprendió al entregar personalmente una Ural con sidecar a un ciudadano de Anchorage
Todas las cámaras del mundo apuntaban a Anchorage. Lo que debía ser un encuentro político de alto nivel entre Vladimir Putin y Donald Trump terminó dejando una de las anécdotas más llamativas del viaje del presidente ruso a Estados Unidos: la entrega de una moto Ural con sidecar a un vecino de Anchorage, Alaska.
El sorprendido beneficiario fue Mark Warren, un aficionado local a estas motos de origen soviético que había sacado a la carretera su viejo modelo, averiado desde hace tiempo.
Su moto Ural estaba rota... Así que Putin le acabó regalando una
Justo en ese momento, y de manera difícil de creer que fuera fruto de la casualidad, la comitiva de Putin pasaba por allí acompañada de un equipo de televisión estatal ruso. El resto fue un guion perfecto para la propaganda: el ciudadano estadounidense mostrando su Ural rota, la cámara enfocando y, poco después, el presidente ruso ordenando regalarle una nueva.
Putin contactó directamente con la sede que la marca mantiene en Washington, desde donde se gestionó la entrega exprés de una unidad recién fabricada. El propio Warren no ocultó su sorpresa y gratitud: "Es increíble, estoy sin palabras. Me gusta mi moto antigua, pero esta es obviamente mucho mejor. Gracias de verdad", declaró ante los medios presentes.
Ural es una marca cargada de simbolismo histórico. Fundada en 1941 bajo el paraguas de la Unión Soviética, sus motos con sidecar se convirtieron en una imagen icónica de los ejércitos soviéticos y, con el tiempo, en un símbolo de la Rusia más clásica. Tras el inicio de la guerra en Ucrania, la producción se trasladó a Kazajistán, aunque la compañía mantiene operaciones en Estados Unidos y continúa siendo identificada como un producto típicamente ruso.
Para Warren, el regalo no solo significa volver a rodar, sino hacerlo con un modelo difícil de conseguir hoy en día. El propio vecino de Anchorage había relatado en varias ocasiones la dificultad de encontrar repuestos, que él atribuía erróneamente a que las motos se fabricaban en Ucrania. La intervención del presidente ruso resolvió el problema de la manera más mediática posible.
El gesto, a caballo entre lo anecdótico y lo estratégico, deja una imagen cargada de simbolismo: un ciudadano estadounidense estrenando una Ural nueva, entregada en mano por Putin en pleno suelo norteamericano, justo cuando las relaciones internacionales siguen marcadas por la tensión. Una escena que parece sacada de un guion preparado y que, más allá de lo pintoresco, encaja a la perfección en la maquinaria de relaciones públicas del Kremlin.
Imágenes | Ural
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