Calidad, esa quimera que todos perseguimos pero pocos encuentran

El diccionario de la Real Academia Española dice que: Calidad es la propiedad o conjunto de propiedades inherentes a algo, que permiten juzgar su valor. La Wikipedia dice que la calidad es la herramienta básica para una propiedad inherente de cualquier cosa que permite que esta sea comparada con cualquier otra de su misma especie. ¿Y a santo de que viene esto? La respuesta es sencilla, porque viene a cuenta del articulo publicado por Albi (y los comentarios) en el que se habla de los avisos de las marcas que detectan fallos en sus productos y avisan a los usuarios. Y esto denota la calidad del servicio que dan estas marcas a sus usuarios.

Se habla de que las marcas asiáticas no hacen estos avisos para evitar que sus productos se asocien a la baja calidad que les han hecho famosos durante muchos años. ¿Fama inmerecida o ajustada a razón? Dejando claro que este que escribe no tiene una bola de cristal para adivinar el futuro, vamos a profundizar sobre el tema a ver que os parece a vosotros.

Todos (o prácticamente todos) tenemos claro que los productos que vienen de Asia suelen ser de una calidad ínfima. Ya sean vehículos completos o partes de estos suele ser habitual tener que lidiar con piezas que no encajan, que se desgastan prematuramente o simplemente que no cumplen con su cometido el mínimo tiempo que esperamos que lo hagan.

Vamos a hacer un ejercicio de memoria para ver de dónde vienen estos lodos. Allá por los años setenta los cuatro grandes fabricantes japoneses desembarcaron en Europa con motos potentes, fiables y de diseño avanzado para la época. Esto supuso que todos los fabricantes europeos entraran en crisis e incluso algunos desaparecieron porque no podían hacer frente al desembolso que supone tener una gama de motocicletas tan amplia como suelen tener los fabricantes japoneses. Pero la tortilla se dio la vuelta en el momento en el que los cuatro grandes acuciados por la economía y ese propio ritmo que ellos se habían auto-impuesto o simplemente por su propia idiosincrasia como pueblo asiático, dejaron de ofrecer motos cada vez más innovadoras y se convirtieron en variaciones sobre el mismo tema.

En ese punto los fabricantes europeos dieron un paso adelante y ofrecieron productos de mucha calidad, respaldados por un diseño muy cuidado, pero que salían muy caros. Esto se volvió en su contra, porque ser conductor de una moto europea se volvió símbolo de exclusividad y se puso al alcance de unos pocos. El negocio empezaba a flaquear. Alguien, y no quiero apuntar a los gurús del marketing, se dio cuenta de que si esos mismos productos los fabricaban en Asia podrían sanear la cuenta de beneficios fácilmente. Así que exportaron toda su tecnología a esa parte del mundo dónde un salario roza el ridículo, pero no se dieron cuenta de que la calidad de ese trabajo va en consonancia al salario. La solución pasaba por exportar además de la tecnología el departamento de control de calidad para que aquellos operarios fabricasen con los estándares de esta parte del mundo.

Lo que nadie pareció darse cuenta (otra vez) es que al poner en manos de estos países la tecnología de producción también les daban los medios que les permitían producir sus propios productos. Ni siquiera tuvieron que hacer el esfuerzo japonés de ingeniería inversa. Los propios ingenieros les enseñaron cómo hacerlo y cómo hacerlo de la mejor manera. El negocio ya no se tambaleaba, simplemente acababa de saltar la vacío. ¿Por qué, te preguntarás? Pues por la sencilla razón de que una máquina puede trabajar ocho horas para la empresa europea y las dieciséis restantes para la empresa local asiática. Claro que si también les obligas a pasar estrictos controles de calidad te aseguras de que lo producido en las ocho primeras horas sera lo esperado, y lo demás casi te da lo mismo.

Grave error, porque esto lo que hace es que exista un producto exactamente igual al tuyo pero que no ha pasado por ninguno de tus controles y que se vende a un precio bastante inferior. Pero si se limitan a venderlo en Asia a mi no me importa, pensaron en las empresas europeas. Hasta que de repente un día encontraron un contenedor en un puerto europeo con productos exactamente iguales con un precio de salida infinitamente menor. ¡Piratería! clamaron las fábricas tirándose de los pelos y despotricando contra la globalización. Sin recordar que fueron ellos mismos los que enseñaron a aquellos a fabricar esos productos. ¿Que arma nos queda? La calidad de lo que vendemos. ¿Pero que pasa si lo que te vendemos es exactamente igual a lo que te vende la competencia? Hasta el punto de estar fabricado con la misma maquinaria y herramientas. Pues vamos a dar un servicio post venta que los otros no pueden dar. Buena idea, pero tendrás que fidelizar a los usuarios de manera que nunca piensen en irse a otra marca. Así hemos llegado al punto actual en el que las marcas europeas (y los cuatro japoneses también) avisan de cualquier pequeño problema que pase con sus productos para que los usuarios vean que están atentos y se preocupan por sus clientes.

¿Y que pasa si el mercado ya no tiene dinero para seguir comprando productos? Pues aprovechando la infraestructura que ya tienes creada allí les ofreces productos de aquí y tu cuenta de beneficios sigue por encima de la línea roja. ¿Esto es bueno para el mercado de aquí? Pues sinceramente creo que no, porque a la larga el producto se adaptará a lo que piden en esos mercados y a nosotros nos venderán lo que sobre allí. Esto, dicho así puede sonar fuerte, pero no hace falta esa bola de cristal de los adivinos para profetizar como será el mercado en breve. ¿O ya es así? Yo creo que ya es así en parte, porque si miramos las listas de ventas (raquíticas como ellas solas) lo que más se vende en este lado del mundo son Scooter de 125 o menos. Que curiosamente es lo que también les está salvando los resultados a las empresas en Asia, donde ver una moto de gran cilindrada es tan difícil como ver uno de esos billetes de 500 euros que todos sabemos que existen pero pocos hemos visto alguna vez.

¿Soluciones? Pues a día de hoy creo que ninguna, porque las fábricas quieren seguir ganando dinero, y eso con las ventas de esta parte del mundo no se está produciendo. Así que de momento tendremos que apretarnos el cinturón un poco más y rezar (los que sean creyentes) para que sigamos disfrutando de motos acordes a nuestros gustos. Porque el horizonte se adivina bastante oscuro.

Fotos vía Flickr | chem7; sherratsam; Jeffery Love

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