Viaje por Marruecos en moto (3): por fin, en la otra orilla

Viaje por Marruecos en moto (3): por fin, en la otra orilla
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Ficha del día:
Viernes, 13 de marzo de 2009 (día 2 de 11)
Ruta: De Alicante a Tarifa. Ferry a Tánger. Combinación de autovías, autopista y carretera (puerto de montaña para llegar a Tarifa)
Distancia recorrida en el día: 630 kilómetros
Distancia acumulada: 1.149 kilómetros

Apenas hacia tres horas que había llegado a Alicante, y volvía a estar en pie a las cinco de la madrugada. A las seis en la autopista con el mismo acompañante: la luna. Luego, un bonito amanecer alegraba el camino. Son momentos especiales, en los que me siento espectador privilegiado de un espectáculo “solo para mis ojos”. Sol y luna. Luna y sol.

Había quedado a las 8.30 horas en Lorca (Murcia) con la parte mallorquina del grupo de viaje. Eran 6 integrantes de 16, la parte principal de quienes viajábamos a Marruecos. Llegué a Lorca con media hora de antelación. Busqué el hotel donde se habían alojado, y voilà!: allá estaban desayunando. La verdad que el mundo se ve mejor después de un buen café con leche.

A la “conexión mallorquina” la había conocido la semana anterior en un viaje de trabajo relámpago a Mallorca en el que aprovechamos para compartir un rato. Enseguida me sentí cómodo con ellos: buena gente, buen humor, buenas vibraciones… Y esas mismas sensaciones son las que aparecieron otra vez. Enseguida volvimos a la carretera: todavía quedaban unos 500 kilómetros hasta el encuentro con el resto del grupo en Tarifa.

Viajar en grupo es diferente a hacerlo en solitario. Como todas las motos llevábamos neumáticos de tacos, seguíamos a la misma velocidad: 110-120 km/h. Sin problemas con los radares. Pero con la interrelación con los demás, el viaje se hace más distraído. También las paradas son más divertidas. Aunque a veces la dinámica de grupo provoqué cosas como acabar comiendo en un Burger King cerca de Marbella (je,je,...)

La mañana fue generosa en bonitos paisajes. Al principio, la huerta murciana. Al cruzar la provincia de Granada, aparecen unas sugerentes montañas nevadas a la izquierda que nos acompañaron una buena parte del día. Bueno, sugerentes para quien sepa esquiar, que no es mi caso. Yo me tengo que contentar con ver el paisaje nevado y hacerme una foto. Quizás no estaría mal aprender a esquiar en Sierra Nevada: lo apunto a la lista de pendientes.

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> El tramo de autovía entre Marbella y Algeciras es criminal. Creo que es la única autovía que conozco que está repleta de rotondas a las que se llega en doble carril (¡Como en Albania!), decenas de entradas de hoteles, limitaciones continuadas de velocidad y un tráfico incesante de incorporaciones y salidas. En verano recorrí este tramo y mi recuerdo era coincidente con el del resto. Por tanto, directos a la autopista de peaje.

Esa autopista de peaje está diseñada “contra” las motos: continuos peajes troncales de pequeños importes que obligan a quitarse los guantes y buscar la tarjeta cada pocos kilómetros. ¡Pero si el sistema de la tarjetita a la entrada y pago a la salida está inventado hace años!. Entre peaje y peaje, los kilómetros van pasando. Ya queda menos.

Es una injusticia que las motos paguen lo mismo en las autopistas que los automóviles. Prácticamente, solo pasa en España (aunque hay alguna excepción). En los peajes de algunos países latinoamericanos (Ecuador, Perú,...) me sorprendió que las motos no pagan nada. Ya no pido eso aquí, pero sí un importe equitativo. Igual que los coches pagan menos que los camiones, las motos deberían pagar menos que los automóviles. Como pasa en la mayor parte de países europeos.

El viento es la seña de identidad de Tarifa. Y haciendo honor a su fama, en los últimos kilómetros nos acompañó un fuerte viento. Siempre es incómodo el viento en la moto. Por suerte, no fue suficiente para impedir que el barco zarpara.

Encontramos al resto del grupo en Tarifa. Algunos afortunados apenas llevaban 80 kilómetros de viaje (Conil). Un par, apenás un par de horas (Sevilla). Algunos, una mañana desde el centro de España (Madrid). Otros, llevábamos uno o dos días de viaje (País Vasco, Barcelona y Mallorca). Pese a las distancias, nos fuimos reuniendo con una puntualidad británica en el puerto de Tarifa. No era difícil reconocernos. Pero entre nombres, ciudades y nicks, cuando subí al barco no tenía demasiado claro quien era quien. Buen ambiente, ilusionado y expectante ante el inicio real del viaje.

En la cola para subir al barco un inglés con una Yamaha Teneré de las nuevas empequeñecía nuestro viaje. El tipo llevaba 3 o 4 años viajando en solitario y ahora venía desde Siria, si no recuerdo mal. A su lado, lo nuestro era un juego de salón.

El barco se movió tanto que no tenía claro que encontraríamos al bajar a la bodega: un amasijo de hierros o las motos que habíamos dejado hace un rato. Afortunadamente, las eslingas aguantaron. Allí estaban las motos esperando. Quitar las eslingas, rehacer el equipaje, ponerse el casco, hacer la cola para desembarcar, enseñar el pasaporte al policia, bajar la rampa… y ya estábamos en territorio marroquí. Esto estaba a punto de empezar.

barco-tanger.jpg

Pero pasar conjuntamente las 16 motos la aduana de Marruecos a la salida del barco no es una tarea rápida. Armamos un buen atasco, al colapsar a todos los aduaneros disponibles. Lentamente, fuimos pasando los trámites de entrada de las motos. En Marruecos el vehículo se asocia al pasaporte y debes salir con él del país. En mi caso, hubo un pequeño problema burocrático: el verano pasado había entrado con la misma moto y otra libreta de pasaporte. Logré convencerlos de que “yo era yo” (¡lo prometo!) y finalmente, deje atrás la aduana. Ya estaba anocheciendo.

Desde la ventana de la habitación del primer hotel llegaba el agradable sabor de la otra orilla. La orilla del sur. Apenás unos kilómetros, pero todo un mundo de diferencias. Marruecos. Marruecos. Marruecos. Es mi cuarto viaje a Marruecos, que nunca cansa.

mar-tanger.jpg

La banda sonora del día fue Facto delafé y las flores azules. La cálida voz de Helena, las letras oníricas y la cadencia de la música se alineaban mágicamente con los colores del amanecer, los paisajes de la autopista y el azul intenso del mar. Desde que les descubrí en el 25 Aniversario del Casal d’Infants del Raval, los Facto se han convertido en parte esencial de mi paisaje musical. ¿Para cuando el tercer disco?

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